sábado, 19 de febrero de 2011

EL RETRATISTA


         Se levanta después de las 9, se viste despacio, bosteza, y enciende el televisor; mira el reloj, va al baño, se lava la cara y se mira en el espejo: piensa en ella. Luego se dirige a la cocina, revisa la heladera, las alacenas buscando cualquier cosa para comer. Al cabo de un rato, se prepara para salir, agarra sus cosas que yacen junto a las llaves de su casa, donde las dejo por la noche. Es un día soleado, siente deseos de fumar y recuerda que no tiene cigarrillos, no tiene otra alternativa más que encontrar algún kiosco abierto y comprar. Hecho esto, enciende uno, y mientras observa a la gente que pasa, piensa en sus circunstancias. Se marcha, empieza a caminar más rápido y entra en una librería, compra algunos artículos que necesita para dibujar. A unos cuantos metros de ahí, sobre la calle principal despliega su atril, y exhibe retratos ya terminados; algunas personas que no llevan prisa se detienen fascinadas y pagan para ser retratadas; los demás sencillamente lo ignoran, están acostumbrados a verlo, y sin que nadie se percate de ello desaparecen en la multitud.
Después de una larga jornada ha juntado algún dinero y se dice a si mismo: “es suficiente por hoy”. Le lleva algunos minutos guardar todas sus cosas y se va. Le gusta su trabajo, como tiende a estar un tanto ensimismado le hace bien relacionarse con otros, tener contacto con los demás. A veces, allí mismo se congregan algunos jóvenes que desean aprender el oficio, se sientan en el suelo y comienzan a dibujar lo que se les ocurre con su supervisión, siempre y cuando no se encuentre ocupado con alguien.
         De regreso en su casa, encuentra los muebles helados, el televisor encendido como lo dejó, la ropa tendida en la soga y otra pila que tiene desde hace días para lavar. Se sienta, agarra el teléfono, conoce el número de memoria, la llama; nadie contesta. Cuelga decepcionado, se recuesta sobre el sofá, intenta cerrar los ojos, pero no puede dejar de pensar. Está inquieto, se mueve de un lugar a otro; va al baño para refrescarse un poco la cara, y al levantar la vista y ver su rostro en el espejo siente que algo le falta, ha perdido la calma. Súbitamente decide salir, se pone una chaqueta, y agarra las llaves. No tiene ningún rumbo, camina sin detenerse, solamente quiere despejarse y supone que un paseo le ayudará. Saca otro cigarrillo y lo enciende, de casualidad ve su reflejo en una vidriera y el sólo pensar en el vicio que ha adquirido le causa repulsión, se opone a esa pensamiento y arroja lejos el cigarrillo. Ahora se siente molesto, está disgustado con la situación, sobretodo desconforme consigo mismo. Respira hondo, se sienta en el cordón de la vereda mientras observa los vehículos pasar a gran velocidad. Algo le preocupa y le causa fastidio. Se queda ahí por un buen rato, pero conforme baja el sol, oscurece, y va aumentando el frío, elige marcharse. Calle abajo se encuentra con unos amigos, se van a ver una película, y se quedan a comer en la casa de uno de ellos; más tarde vuelve a su casa, cansado, directamente para bañarse y acostarse a dormir. Finalmente ha conseguido despejarse y olvidarse del asunto que lo perturbaba.
         Se duerme, inconciente dibuja el rostro de la persona que más extraña en el mundo, en su mundo. Se despierta sobresaltado, necesita al menos oír su voz; toma el teléfono con sus dos manos, y vuelve a llamar; pero otra vez del otro lado nadie contesta. Eso es suficiente para que ya no pueda volver a dormir, tampoco quiere permanecer en la cama toda la noche despierto, así que se levanta y busca alguna cosa que hacer, con que entretenerse.
Pasan los días y las semanas, continúa con su rutina; sigue tratando de comunicarse con ella, conserva la esperanza de que uno de estos días ella responda. Puede que se encuentre fuera de la ciudad, mencionó algo sobre un viaje la última vez que hablaron, pero dado el término de la conversación no tuvo la oportunidad de averiguar a donde  iría ni por cuanto tiempo.  Las cosas no estaban bien entre ellos, algo así se veía venir; ella tomó la determinación de mantener cierta distancia entre ambos y a él no le quedó mas opción.
Hay algo sobre su propia imagen, y la imagen que tiene de ella, piensa en eso cada vez que por alguna razón se observa al pasar frente a un espejo. Permanece largas horas dibujando, tiene montañas de papeles. Este jueves se quedó en casa, estuvo  desde las 9 en adelante haciendo limpieza; seleccionó sus obras predilectas y se deshizo de aquellas que no tenían mayor interés para él en la actualidad. Al final del día, se sentía más relajado, como si esa tarea tan simple le permitiera contemplar con mayor nitidez su realidad.
Tomó el teléfono para llamarla, casi por reflejo, pero al percatarse de eso, se detuvo y a la fuerza desistió de esa acción. Un día que no la llamara no cambiaría nada, y después de todo, ya era hora de tomar las cosas de otra forma, con mayor madurez.
Hoy se exhiben sus obras en una galería de arte de la ciudad. Para sorpresa de todos los que a menudo suelen verlo trabajando en la calle, al final del salón brilla bajo la luz de un reflector su creación más imponente. Es el retrato de una joven; es fácil reconocer de quien se trata para aquellos que conocen la vida del artista, y nadie se atrevería a poner en duda que es la representación de lo que él ve cuando piensa en ella. Sin embargo, si bien es su rostro, si se concentran podrán advertir, que detrás de sus gestos sutilmente se esconde él. De manera que se muestra él a través de la imagen de ella; tal vez porque el mismo, piensa su vida a través de ella.

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